Autoretrato, Goya, 1815, Museo de El Prado. |
Este autoretrato es también Pintura Negra. Fue incluído en el inventario de las Pinturas Negras de la Quinta del Sordo.
Y la inclusión no sólo es material.
También yo, como otros, ven especialmente en este Goya al autor de las Pinturas Negras.
Esta sería la primera Pintura Negra : cuando las pinturas se empezaban a formar en la mente y el corazón de este español seleccionado por los dioses para el arte y para el sufrimiento.
¡Lo que daría por un autoretrato así en Burdeos! Sólo por poder comparar.
Pues sí que hay retrato en Burdeos.
Autoretrato con gorra, 1824, Goya, Museo de El Prado. |
La foto de perfil, como las de la policía. El gesto inexistente. La mínima expresión del rostro que puede ser válida para un retrato. Huyendo la mirada. El autoretrato del no-Goya. No del anti-Goya. Eso hubiera sido aún, todavía demasiado. Es el retrato del que no existe en Burdeos. Es, sin embargo, la máxima expresión de su españolidad, de un dolor de anomia - como un Ovidio que se muere de pena lejos de Roma, un Nevio, que no lo soporta y se suicida, como tantos otros auténticos enraizados- ¡tantos vascos! que me duelen especialmente - patriotas, sí, aunque el término amarillea de desidia y desdén dentro de una cultura que huye pavorosamente de todo lo auténtico, incluido el concepto de la patria de uno, - un recuerdo para Patricia, - no te identifico porque querrán destruirte - lo más auténtico que me he encontrado ultimamente- .
Lo más bello, insisto, no lo encuentro en los museos, aunque sí, hay que decirlo, de camino.
Así mí me parece Goya después de contemplarlo.
Como Juan de la Encina también "he pasado largos ratos de mi vida, tratando de penetrar en el misterio vital de este hombre." (Goya, su mundo histórico y poético, La Casa de España en México, 1939, pg.106)
Y en honor a la verdad debo decir que el retrato que contemplaba De la Encina era este:
Autoretrato, 1815 de Goya, Real Academia de las Bellas Arte de San Fernando. |
Debo darle las gracias por lo acertado de sus comentarios pues no me parecía la del Autoretrato, 1815 del Museo de El Prado, "la faz de Goya revestida de frescura juvenil y que nadie puede suponer que ese rostro es el de un setentón que habría sufrido las peripecias y humillaciones de una guerra de seis años, que había perdido su brillante posició social, (...)".
Como se puede apreciar fácilmente el Autoretrato, 1815 de la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando, que es el que contempló De la Encina, presenta un aspecto, digamos, algo más jovial que el del Museo de El Prado.
Pero creo, de todas formas, que Dela Encina exagera un poco la jovialidad de Goya.
Casi me atrevería a decir que aquí comienza, se anuncia, - en esta conjunción de pena por el desastre nacional y de enorme sensibilidad -, el proceso que le llevará al borde la muerte cuatro años más tarde.
Pero al fin, ¿qué se puede decir de estos dos retratos gemelos? ¿Alguien ha dicho algo sobre esta leve repetición? ¿Quién sabe algo?
Yo, hasta lo que sé, creo que a nadie le ha extrañado esta quasi-repetición.